martes, 28 de enero de 2014

La pequeña y mediana pensión.

Si hay algo que me aburre soberanamente es ordenar los papeles, una tarea que trato de demorar con la excusa de que al crecer el montón de cartas y facturas crece la información que obtengo y eso me permite tomar mejores decisiones.Y algo de cierto hay en eso, porque, por ejemplo, gracias a la acumulación documental, he podido comprobar que el cambio de banco que realicé hace unos años, me ha permitido ahorrar una importante cantidad en comisiones. Ahora, no solo no pago comisiones sino que ingreso una pequeña cantidad de dinero gracias a la remuneración que obtengo por la domiciliación de mis recibos principales.

A pesar de todo lo dicho, debo reconocer que, en el fondo, es la pereza la que hace que el montón de papeles crezca, hasta molestar lo suficiente como para recibir sutiles y sucesivos avisos de la presidencia del hogar ¿Quieres que te los ordene yo?

Estimulado por el aviso presidencial, he cogido el generoso taco de sobres y cartas que escondían debajo una mesa y los he ido distribuyendo en montoncitos con los que finalmente cubrí un sofá. La técnica que empleo es la de ir de la mesa al sofá agrupando documentos por su naturaleza. Como es fácilmente deducible la categoría más voluminosa es la de sablazos varios, que por tal motivo, requiere una subclasificación documental.

Entre los muchos papeles que ordené, encontré una vida laboral de fecha reciente que sirvió para recordarme lo afortunado que soy, pues no he parado de trabajar desde que comencé a hacerlo, hace ya más de veinte años. Al tener el documento en mis manos me acordé que hace aproximadamente seis años, coincidiendo con eso de los cuarenta, decidí hacerme un plan de pensiones que gestioné con un buen amigo mientras nos tomábamos un café en la terraza de un bar en Cáceres.

Fue un buen café para ambos.

Mi amigo, a las pocas semanas de aquello, fue nombrado Director Gerente de una nueva compañía de servicios en la que desde entonces demuestra su valía. Él es un gran profesional, una persona honesta a carta cabal, bien formado, serio y responsable y con su trabajo y el de un gran equipo que le acompaña, su empresa incrementó año tras año su cifra de negocio, cerrando los últimos cinco ejercicios con beneficios, modestos, pero con beneficios, al fin y al cabo. Cuando mi amigo analice su trayectoria se dará cuenta de lo meritorio de su gestión, pues su compañía nació en plena dificultad y está ganando el pulso a la crisis a base del esfuerzo, trabajo y dedicación de un equipo que merece ser felicitado.

Yo también saqué buen fruto de aquel café pues hice una buena elección. Tomé mi decisión animado por la confianza que tenía en las personas que iban a gestionar mi ahorro. Poner tu dinero, con lo que cuesta ahorrarlo, y un poco de tu bienestar futuro, en manos de terceros, solo es posible si hay esa confianza y esa transparencia a la que me refiero. Pues bien, mi plan es rico en confianza y la información, plena, veraz y transparente.

Mi plan corre paralelo al de mi amigo, de hecho su plan y mi plan son el mismo. Mi amigo es el Director Gerente de la empresa nacida en plena crisis, con la que ambos nos hicimos emprendedores. La confianza le permitió a él decidir su futuro, a mi adornar un poquito mi pensión y a ambos disfrutar por lo conseguido.

Este sábado quedamos en el mismo lugar que hace seis años y con satisfacción constaté nuevamente su ilusión.

- Todo va bien, seguimos cubriendo etapas y tenemos nuevos planes.

¿Y mi pensión?  Pregunté.

Risas. Aún eres joven, pero no te preocupes, porque en 2014 repartiremos el primer dividendo de nuestra joven compañía.

Aunque el tiempo vuela, fue un buen café para ambos. 




Garboó Riocía & García Rioboó


Invertir en una pequeña y mediana empresa puede ser el complemento ideal para quienes esperan una pequeña o mediana pensión.











miércoles, 22 de enero de 2014

Lleno, por favor

No hace mucho coincidí con un buen amigo que trabaja en una empresa en la que ya acumula trienios y al preguntarle un poco por todo, me respondió con una frase que es probable hayáis escuchado alguna vez: Me paso el día apagando fuegos. 

Mi amigo, entre cuyas virtudes está la de la paciencia infinita, está muy bien considerado en su empresa precisamente por su capacidad para apagar fuegos. Yo, lógicamente, me alegro mucho por él,  pero no le envidio, porque cuando en una empresa tiene que haber alguien apagando día tras día el mismo fuego y permanecer permanentemente de guardia, se pone de manifiesto que hay combustible suelto y que las cosas no funcionan del todo bien. Siendo valioso, muy valioso, lo que hace este buen amigo, cuanto más lo sería, si en vez de tener que dedicarse a apagar fuegos, pudiera dedicarse a prevenirlos, que es lo suyo.

Algunos de esos problemas que habría que intentar prevenir son los que surgen de la gestión del desempleo. Llevo varias semanas leyendo sobre esta apasionante materia, reflexionando y preguntándome dónde estará la tecla que hay que tocar para alumbrar las soluciones que mejoren un sistema al que se dedican todos los años varios miles de millones de euros. Cuando un problema se percibe complejo,  hay tendencia a conformarse con convivir con él, pero eso si, hay que hacerlo con las aspirinas siempre a mano. A veces ocurre que lo que impone no es precisamente el problema sino la solución. en cualquier caso el efecto es el mismo: Gana el problema.

Yo no creo que haya que rendirse ante los problemas, sobre todo porque todos tienen su punto débil. Hay ocasiones en las que hasta con el más imponente de ellos basta emplear la lógica para abrirle una vía y entonces, ¡ZAS! así, sin anestesia, arrearle un castañazo en todo lo alto. Yo así, a bote pronto, en materia de desempleo, tengo la impresión de que algunos de los graves problemas del sistema se podrían intentar solucionar introduciendo estímulos contundentes destinados a favorecer una comunión de intereses en  torno al empleo y no al desempleo. Explicaré esto con un ejemplo.

Imaginemos que la prestación por desempleo se contuviera en el depósito de un coche cuya reserva requiere 10 litros de combustible y su llenado total otros 40 litros. Cuando empezamos a trabajar, ese depósito lo encontramos vacío y el llenarlo requiere de las aportaciones que hacen empleador y empleado en el seno de un proceso de cotización, en el que aportan mes a mes las cantidades que resultan de aplicar un 6% y un 1.5% aproximadamente de la base de cotización. Puesto que el vehículo puede ser necesitado en cualquier momento, sería razonable procurar que se hiciera el esfuerzo de completar el nivel de reserva lo antes posible y, a partir de ahí, ya con menos urgencia, continuar el llenado ¿Qué ocurre cuándo hay que circular con el coche? Evidentemente se consume el combustible y ocurrirá que los últimos litros en consumirse son los que primero fueron repostados, es decir, los de la reserva.

Técnicamente, llenar el depósito con rapidez y prontitud hasta completar el nivel de reserva y, a partir de ahí continuar haciéndolo más pausado, se conseguiría simplemente sustituyendo el actual régimen de cotización lineal que realizan empleador y empleado, por otro en el que la cotización fuera regresiva. Es decir, bastaría aplicar un tipo de cotización ordinario primero y uno bonificado después. El primero se emplearía siempre que haya que cubrir la reserva y el segundo mientras se esté por encima de ese nivel.

La bonificación se extenderá a todos los que participan del llenado del depósito, es decir empleado y empleador, entre los cuales se genera lo que estamos buscando: Una comunión de intereses sobre el mantenimiento del empleo y será así porque a ambos, empleador y empleado, conviene mantener estable y continuada la relación laboral, pues en otro caso perderían la bonificación. Ésta, además, acompañará al trabajador aún cuando cambie de empleo siempre, eso si, que circule con la reserva de su depósito cubierta.

¿Qué ocurre en caso de contingencia de desempleo? Supongamos que nuestro coche consume 10 litros al mes y se nos reconocen cinco meses de autonomía. En ese caso, el depósito, si es necesario, será rellenado por el Estado con un máximo de 40 litros. Es decir, todo salvo los 10 litros de la reserva que, como hemos dicho, se consumen al final, o no, si el ahora desempleado se conduce eficientemente hacia un nuevo empleo. Se consigue así otro de los efectos pretendidos, pues el empleado intentará no tener que consumir esa reserva por una mera cuestión de ahorro y porque reponerla, aún no siendo más caro el combustible, le exige, sin embargo, mayor esfuerzo de cotización.

Con una fórmula como la esbozada se podrían introducir mejoras sustanciales con respecto al régimen actual. En cuanto a sus efectos, podemos pensar que favorecería la contratación indefinida, actuaría como elemento disuasorio de los viajes de ida y vuelta del empleo al desempleo, al ser más lo que se pierde que lo que se recibe y la bonificación, que debe ser sustancial, tiene para el trabajador el mismo efecto que una subida salarial, pues no en balde es una disminución de las retenciones.

La excel me anima a pensar que este pequeño terremoto que provocaría modificar el sistema de cotización de la prestación contributiva podría tener recorrido y contribuir a mejorar un problema serio que tiene otra solución infinitamente mejor que esta. Ojalá sea así.

Los grandes problemas requieren soluciones que los machaquen.







Garboó Riocía & García Rioboó




domingo, 19 de enero de 2014

El valor añadido

Si a la pregunta de cuál es el valor añadido de tu empresa respondes con un recurrente, el trato personalizado, debes saber que estás empleando la misma respuesta que emplea un porcentaje muy elevado de las personas a las que se les hace esa misma pregunta.

¿Es valor añadido ofrecer algo que dicen ofrecer todos? A mi juicio, no, como tampoco es ofrecer valor añadido aquello que es ordinario y consustancial a la propia actividad, pero que los "departamentos de exageración" de algunas empresas se empeñan a veces en que lo percibamos como algo extraordinario.

¿Cual es el valor añadido de tu empresa que no sea el trato personalizado? Si te cuesta responder a esa pregunta debes darte cuenta que también te costará responder esta otra: ¿Por qué un cliente va a elegirte a ti  y no a otro para adquirir los bienes y servicios que necesita?

Recuerdo haber recibido la visita del gerente de una empresa que venía a ofrecernos una serie de servicios. Le escuché con detenimiento, como siempre hago  y por él pude saber que su empresa estaba certificada y tenía un montón de sellos que así lo acreditaban. Además conocí que todos sus trabajos cumplen escrupulosamente el marco que establece una Directiva que me citó un par de vece, pero que no sé precisar,  y además que realizan sus tareas sometiéndose a unos rigurosos procedimientos internos. A mí, que trabajo en lo público, me llama la atención que las empresas privadas pagan por tener procedimientos y la administración que los tiene resulta que se ahoga con ellos.

Cuando terminó el discurso, recuerdo que felicité a quien amablemente nos visitaba por los sellos de calidad, las certificaciones y los procedimientos. Aquel hombre se mostraba agradecido y ufano, y seguramente convencido de que sus argumentos habían hecho diana y el encargo estaba próximo.

Sin embargo, era pronto para que eso ocurriera porque, como a continuación le dije, a mi lo que me gustaría saber es en qué y cómo nos podéis ayudar para ser mejores. El caso es que tras un titubeo inicial, salió por peteneras y se puso a hablarme de lo competitivo del precio de sus servicios y de la suerte del momento.

Creo que lo que pasó es que yo buscaba valor añadido y él no lo llevaba en su catálogo o que quizá hablábamos distinto idioma.

Hay valor añadido cuando todo está orientado al cliente ( a la sociedad) y las organizaciones comprometidas vuelcan sus capacidades, con generosidad, a producir las mejores soluciones a las necesidades presentes pero también a encontrar las mejores soluciones a las necesidades futuras (Innovación, investigación, planificación, anticipación)

Hay valor añadido cuando la relación con el cliente se aborda siempre como si fuera duradera, como si fuera a repetirse, aunque no sea el caso.

Para mi, el valor añadido que llevo en catálogo consiste en ofrecer todo a lo que lleguemos, todo lo que descubramos, todo de lo que seamos capaces y hacerlo siempre, incluso, de oficio.

Y ahora, sabes ya ¿Cuál es el valor añadido de tu empresa?  No vale responder con  el trato personalizado.



Garboó Riocía & García Rioboó




viernes, 10 de enero de 2014

Felicidad a prueba de crisis

Quería saludar al 2014 con una serie de post sobre diversos asuntos que tengo en mente, pero algo debe estar provocando interferencias porque el caso es que no consigo alumbrar ni un solo párrafo y,  a poco que me descuide, se me habrá pasado este primer mes del año sin producir una sola letra.

Estaba haciendo un nuevo intento tratando de compartir algo interesante sobre el valor añadido, la gestión del desempleo, volver a empezar, el coworking  o cómo prepararse para esta etapa de cambio... y que si quieres arroz, Catalina. Como no había manera, me asomé a linkedin y allí leí un comentario hecho a renglón de este otro mío:

¿Sabías que los extremeños somos las personas que vivimos más felices de toda España?  Si has de elegir un lugar donde iniciar tu proyecto empresarial hazlo donde no solo tu empresa sea feliz. Tú también.

Mi comentario suscitó otro que me ha motivado para acabar con mi sequía y estrenar el año 2014 con un primer post dedicado a algo tan maravilloso como la felicidad.

No puedo compartir, lo digo con todo el respeto, que la felicidad de las personas se asocie, se ciña, se vincule, o se supedite a la situación económica. Mi felicidad no puede depender del Producto Interior Bruto, la felicidad no tiene nada que ver con la economía. ¿Un desempleado no puede ser feliz porque está desempleado? ¿Si en mi cartera no hay 200 euros no puedo ser feliz? ¿Un africano en Africa no puede ser feliz? ¿Tener empleo garantiza la felicidad? ¿Es más feliz quien tiene un contrato de trabajo indefinido que el que tiene un contrato eventual? Se puede estar angustiado y ser feliz, se puede estar enfermo y ser feliz y se puede estar podrido de dinero y ser infeliz y hasta pobre de solemnidad.

Hay un delicioso portal web en internet que ya he enlazado en mi blog y recomiendo con entusiasmo. De ese portal web he extraído el título de este post "La felicidad a prueba de crisis" pues me parece genial y he extraído además esta reflexión del Profesor Bernabé Tierno, quien al explicar que las crisis forman parte de la vida del hombre, afirma que lo inteligente y práctico es aceptarlas con optimismo y transformarlas en una oportunidad extraordinaria para fortalecernos, enriquecernos y ser más felices en el futuro.

En ese portal, www.institutodelafelicidad.com he aprendido también que el organismo es capaz de segregar la hormona de la felicidad, que la felicidad es contagiosa y que la gente feliz permanece menos tiempo en el paro.

Estoy convencido que Extremadura es un buen lugar para vivir y si lo es para vivir por qué no va a serlo para emprender. 

Esto es lo que hemos llamado ¡Felizprender! Un verbo que se conjuga muy bien en Extremadura.

¡Feliz año 2014!





Garboó Riocía & García Rioboó

¿Se puede ser feliz y que no nos duela la pobreza de otros?