miércoles, 22 de enero de 2014

Lleno, por favor

No hace mucho coincidí con un buen amigo que trabaja en una empresa en la que ya acumula trienios y al preguntarle un poco por todo, me respondió con una frase que es probable hayáis escuchado alguna vez: Me paso el día apagando fuegos. 

Mi amigo, entre cuyas virtudes está la de la paciencia infinita, está muy bien considerado en su empresa precisamente por su capacidad para apagar fuegos. Yo, lógicamente, me alegro mucho por él,  pero no le envidio, porque cuando en una empresa tiene que haber alguien apagando día tras día el mismo fuego y permanecer permanentemente de guardia, se pone de manifiesto que hay combustible suelto y que las cosas no funcionan del todo bien. Siendo valioso, muy valioso, lo que hace este buen amigo, cuanto más lo sería, si en vez de tener que dedicarse a apagar fuegos, pudiera dedicarse a prevenirlos, que es lo suyo.

Algunos de esos problemas que habría que intentar prevenir son los que surgen de la gestión del desempleo. Llevo varias semanas leyendo sobre esta apasionante materia, reflexionando y preguntándome dónde estará la tecla que hay que tocar para alumbrar las soluciones que mejoren un sistema al que se dedican todos los años varios miles de millones de euros. Cuando un problema se percibe complejo,  hay tendencia a conformarse con convivir con él, pero eso si, hay que hacerlo con las aspirinas siempre a mano. A veces ocurre que lo que impone no es precisamente el problema sino la solución. en cualquier caso el efecto es el mismo: Gana el problema.

Yo no creo que haya que rendirse ante los problemas, sobre todo porque todos tienen su punto débil. Hay ocasiones en las que hasta con el más imponente de ellos basta emplear la lógica para abrirle una vía y entonces, ¡ZAS! así, sin anestesia, arrearle un castañazo en todo lo alto. Yo así, a bote pronto, en materia de desempleo, tengo la impresión de que algunos de los graves problemas del sistema se podrían intentar solucionar introduciendo estímulos contundentes destinados a favorecer una comunión de intereses en  torno al empleo y no al desempleo. Explicaré esto con un ejemplo.

Imaginemos que la prestación por desempleo se contuviera en el depósito de un coche cuya reserva requiere 10 litros de combustible y su llenado total otros 40 litros. Cuando empezamos a trabajar, ese depósito lo encontramos vacío y el llenarlo requiere de las aportaciones que hacen empleador y empleado en el seno de un proceso de cotización, en el que aportan mes a mes las cantidades que resultan de aplicar un 6% y un 1.5% aproximadamente de la base de cotización. Puesto que el vehículo puede ser necesitado en cualquier momento, sería razonable procurar que se hiciera el esfuerzo de completar el nivel de reserva lo antes posible y, a partir de ahí, ya con menos urgencia, continuar el llenado ¿Qué ocurre cuándo hay que circular con el coche? Evidentemente se consume el combustible y ocurrirá que los últimos litros en consumirse son los que primero fueron repostados, es decir, los de la reserva.

Técnicamente, llenar el depósito con rapidez y prontitud hasta completar el nivel de reserva y, a partir de ahí continuar haciéndolo más pausado, se conseguiría simplemente sustituyendo el actual régimen de cotización lineal que realizan empleador y empleado, por otro en el que la cotización fuera regresiva. Es decir, bastaría aplicar un tipo de cotización ordinario primero y uno bonificado después. El primero se emplearía siempre que haya que cubrir la reserva y el segundo mientras se esté por encima de ese nivel.

La bonificación se extenderá a todos los que participan del llenado del depósito, es decir empleado y empleador, entre los cuales se genera lo que estamos buscando: Una comunión de intereses sobre el mantenimiento del empleo y será así porque a ambos, empleador y empleado, conviene mantener estable y continuada la relación laboral, pues en otro caso perderían la bonificación. Ésta, además, acompañará al trabajador aún cuando cambie de empleo siempre, eso si, que circule con la reserva de su depósito cubierta.

¿Qué ocurre en caso de contingencia de desempleo? Supongamos que nuestro coche consume 10 litros al mes y se nos reconocen cinco meses de autonomía. En ese caso, el depósito, si es necesario, será rellenado por el Estado con un máximo de 40 litros. Es decir, todo salvo los 10 litros de la reserva que, como hemos dicho, se consumen al final, o no, si el ahora desempleado se conduce eficientemente hacia un nuevo empleo. Se consigue así otro de los efectos pretendidos, pues el empleado intentará no tener que consumir esa reserva por una mera cuestión de ahorro y porque reponerla, aún no siendo más caro el combustible, le exige, sin embargo, mayor esfuerzo de cotización.

Con una fórmula como la esbozada se podrían introducir mejoras sustanciales con respecto al régimen actual. En cuanto a sus efectos, podemos pensar que favorecería la contratación indefinida, actuaría como elemento disuasorio de los viajes de ida y vuelta del empleo al desempleo, al ser más lo que se pierde que lo que se recibe y la bonificación, que debe ser sustancial, tiene para el trabajador el mismo efecto que una subida salarial, pues no en balde es una disminución de las retenciones.

La excel me anima a pensar que este pequeño terremoto que provocaría modificar el sistema de cotización de la prestación contributiva podría tener recorrido y contribuir a mejorar un problema serio que tiene otra solución infinitamente mejor que esta. Ojalá sea así.

Los grandes problemas requieren soluciones que los machaquen.







Garboó Riocía & García Rioboó




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