Para conseguir la financiación que necesitaba acudió al banco donde
trabajaba, su entonces amigo, Roberto quien al conocer las
intenciones de su cliente, sabedor como era de la limitada capacidad
económica de Ricardo y con el objeto de que la cuota del préstamo
pudiera ser atendida, le aconsejó que financiara el vehículo con un
préstamo de diez años de duración. Al fin y al cabo, Ricardo le
había comentado que su decisión de vender helados era para toda la
vida.
Roberto le explicó a Ricardo que el endeudamiento a
largo plazo, además de comodidad en el pago, le posibilitaría una
ventaja competitiva sobre su máxima competidora, Rafaela,
quien había cometido la locura de financiar en otro banco la compra
de una furgoneta con el mismo fin que la de Ricardo. Rafaela había
optado por un préstamo “raro”, que llamaban renting, con
una duración de 5 años.
Ahí, precisamente ahí, es donde estaba la clave de la
operación, pues ese margen de comodidad en el pago de las cuotas
permitiría a Ricardo ser más agresivo en su política de precios:
Vendería cada helado, al menos, un 12% más barato que Rafaela.
¡Pobre Rafaela! la que se le venía encima.
Y así fue: Como vaticino el gurú Roberto, Ricardo comenzó su
andadura empresarial vendiendo un 12% más baratos sus helados y
tenía un 15% más de clientes que la “pobre” Rafaela. El negocio no era una mina pero permitía ir viviendo y pagando las
cómodas cuotas del préstamo al banco. Ricardo pensaba que aquello explotaría
algún día. Vaya que si explotaría.
Unos
años después.
Han transcurrido tres años desde que Ricardo se hizo emprendedor ¡tres años! Como cualquier otro día, después de preparar los helados y cargar la furgoneta, se dirigió a la playa y cuando estaba aparcando, para su sorpresa, apareció en la playa una flamante y preciosa furgoneta que estaba equipada con las mejores máquinas y cámaras frigoríficas y expositores que nunca antes había visto: Helados, granizadas, postres, ... mesitas, sombrillas... todo, en aquella maravilla había de todo y todo era de una gran calidad, servido con limpieza y a un buen precio. Aquella preciosidad la conducía y atendía Rafaela.
A
Ricardo le faltó tiempo para ir al banco y hablar con Roberto. Una
vez allí, con amargura le dijo que quería, que necesitaba, adquirir
urgentemente una furgoneta como la de Rafaela, mejor aún que la de
Rafaela. Roberto
trató de apartar esa idea de la cabeza de Ricardo:
Aguanta
un poco, quizás pintando la que tienes, renovando las máquinas...
Ricardo no podía soportar aquello y así se lo transmitía a Roberto.
- Bueno, bueno, no te preocupes, vende la furgoneta y que
te sirva de entrada para la nueva, quizás alguien de por aquí la
quiera, le decía Roberto.
Ricardo movía la cabeza de un lado para otro. No puedo
vender esa furgoneta a nadie de por aquí, pues podría hacerme la
competencia. Además, dado el poco valor que tiene sería facilitar
mucho la entrada a otro competidor, prefiero conservarla y quien sabe,
quizás contrate a mi primo Terio para cubrir otras playas. ¡Que se
prepare Rafaela!
Tras la euforia se decidió financiar la nueva furgoneta y
refinanciar el préstamo aún pendiente de la primera. El
nuevo préstamo, al subir el riesgo, experimentó una subida de tipo de
interés con respecto al primero y además hubo de abonarse una
comisión al banco por cancelación anticipada. El banco condicionó la
operación a que un tercero la avalase. Tras estos nuevos acontecimientos Ricardo tuvo que aumentar
sus precios. El proceso de compra, la puesta en marcha de la nueva
furgoneta, la nueva política de precios le hicieron perder un buen
puñado de clientes que atrajo y fidelizó Rafaela.
Dos años después.
Han transcurrido dos años desde que Ricardo llevado por los
acontecimientos y aconsejado por Roberto se endeudó para comprar su
segunda furgoneta y hace justo un año se repitió la historia, Rafaela había adquirido otra imponente furgoneta, una auténtica
heladería rodante, blanca inmaculada, con un avance de toldos listados,
mesas, sillas, plantas, música de fondo y un sistema de generación
de microclima a base de agua pulverizada. Ricardo estaba cercado por
la flota de Rafaela.
Un arrebato, el asesoramiento de ese...., hicieron que
Ricardo firmase una tercera operación. Después de eso, todo se
desencadenó rápidamente: Subió precios para cubrir sus gastos y perdió
clientes, bajó sus precios para recuperar sus clientes y estos no
volvían, desatendió sus pagos a proveedores y al banco y...¿y?
¿Qué ha podido ocurrir?
Ricardo ya no es empresario y Roberto ya no trabaja en el banco, de donde fue despedido por los malos resultados de su oficina. Ambos trabajan para un tercero, ¿Te imaginas para quién?
Ricardo ya no es empresario y Roberto ya no trabaja en el banco, de donde fue despedido por los malos resultados de su oficina. Ambos trabajan para un tercero, ¿Te imaginas para quién?
Adquirió muy baratas dos
furgonetas de segunda mano acondicionadas para vender helados. Con dichas furgonetas visita playas poco frecuentadas y de difícil
acceso y también las más populares pero, en este caso, en las horas más tempranas
y las más tardías. De esta manera cubre un hueco de mercado desatendido por los
grandes del sector.
Mantiene unos márgenes muy interesantes pues sus precios son un 20% más
elevados que los marcados para el mismo producto en las playas más populares.
Debe tenerse en cuenta que sus furgonetas llegan donde nadie llega. Su plan de marketing comenzaba con la frase “el que quiera helados que
los pague”
Nutre sus cámaras con producción propia a la vez que compra stock a
otros actores del mercado. Quizás, por eso, alquiló una nave paralela a la de
Rafaela, con la que, por cierto, le une una buena amistad.
Emplea mano de obra versátil a la que inculca desde el primer momento
su particular filosofía del trabajo ajeno. Él la denomina “estás para todo y
haces de todo”.
Reflexiona sobre Terio.
Ha aprovechado una idea de su primo y la ha transformado ¿Crees que es
un emprendedor? ¿Es un caradura o un estratega? ¿Quizás tenía ya experiencia en
negocios?
Ten en cuenta.
Debe haber una adecuada relación entre la duración o plazo de la
financiación y la vida útil del bien o elemento financiado.
El nivel de endeudamiento sitúa siempre su límite en la capacidad para
devolver puntualmente la deuda contraída y no, como a veces ocurre, en la
capacidad de garantizar la deuda contraída.
Garboó Riocía & García Rioboó
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